lunes, 21 de septiembre de 2009

Cartas a Evelina

Francisco Eduardo Moscoso Puello (1885-1959), es uno de los escritores dominicanos que a mi me fascina leer, sobre todo porque encuentro en sus reflexiones una fuente valiosa para conocer las tradiciones, costumbres y formas de vida en que se desenvolvía la sociedad dominicana en esos años. A pesar de que sus escritos se produjeron hace alrededor de 100, muchos de ellos todavía mantienen una gran vigencia, como es el caso de este fragmento de una de sus Cartas a Evelina, en la que encontramos testimonio de los orígenes y circularidad de los vicios que predominan en nuestra cultura política. Veámoslas.

“QUIERE USTED que le hable de política? No sé, señora, si fue Aristóteles, quien sobre tantas cosas pensó y habló, diciendo tantos disparates como verdades, aunque de todos modos, por unos o por otras, parece que hace honor al género humano, según los historiadores más dignos de fe; Aristóteles, repito, dijo que el hombre era un Animal político. Esta cita es, desde luego, de segundas manos. Es tan difícil ir a beber a las fuentes originales, que la mayoría de la gente se contenta con este servicio fraudulento, que ha permitido hacer algunas valiosas reputaciones, aparentemente indiscutibles. Sea lo que fuere, y dijéralo (sic) o no Aristóteles, el hombre es, con toda evidencia, un animal manifiestamente político. Es ésta una de sus características. No la más sobresaliente, pero sí, después de la preeminente de reproducirse, cueste lo que costare, de una manera a veces morbosa, es la política, la que le puede seguir en importancia. Ambas características son un semillero de desastre; y por el ejercicio de estas dos singulares funciones, es por lo que el hombre puede labrar su desgracia o su felicidad, así como la de sus semejantes, o puede vivir en paz o constituir un estorbo o un peligro para la sociedad. Como ambas son cualidades instintivas, no están subordinadas por completo a los efectos de la educación. Siempre predominan con un vigor montaraz y salvaje. El hombre puede ser juzgado por estas dos cualidades que se mantienen en el espíritu como oro virgen y así persisten durante toda la vida….”

“Señora: He querido hablarle de política y me he salido por la tangente. Veamos eso. La política es la ciencia de hacer la felicidad de las comunidades por medio de la Ley. No sé si habré metido la bola en el hoyo, pero sí creo que, de no haberlo hecho, he estado muy cerca de hacerlo. Le hablo de política con la autoridad que me confiere Aristóteles y con motivo de habérseme propuesto un cargo en la Administración Pública. Estas son circunstancias muy favorables al tema. Se me ha ofrecido un cargo, señora, y he quedado en dar mi asentimiento dentro de algunas horas. Son precisamente las reflexiones que he hecho a este propósito las que le estoy escribiendo ahora.”

“Un hombre sin un cargo público, en este país, no es un hombre completo. Un cargo público es algo indispensable para cumplir con los fines de la vida. La vida es algo, pero el cargo es casi todo. Un hombre sin cargo público es una cosa, un artefacto, no se le toma en cuenta nunca, ni siquiera se le mira. Porque lo que es digno de admiración, de codicia y de respeto, es el cargo. No es lo mismo decir don José Severo, que decir el Comisario, el Prefecto. ¡Ah, esto es ya otra cosa! Quién es el Prefecto? Dónde está el Prefecto? Qué le pasó al Prefecto? Son cosas que interesan, pero no así la de un simple mortal. Me llama el Prefecto! Voy donde el Prefecto! Lo dijo el Prefecto! Esto es ya algo. Pero ser don Enrique Martínez, es tener un calabozo con hachuela despuntada en una oreja, es tener una señal. Los cargos de la Administración Pública le dan a usted personalidad. El Prefecto tiene que ser así, de esta manera, porque no puede ser de otra. Así, pues, para salir del montón anónimo en este país, hay que tener un cargo, no importa cual, el asunto es que no le llamen a uno por su nombre, esto es muy vulgar y no tiene significación. No es lo mismo Don Pancho a secas, que Don Pancho el Alguacil; son cosas distintas. El Alguacil es una personalidad, tiene prestijio (sic), tiene amigos, tiene representación, en una palabra, todo el mundo lo conoce. Compone algo, puede hacer algo, dar algo, perjudicar en algo, constituir un día un gran peligro, lo que no podría suceder con Don Pancho. Un cargo pues es algo. Cómo despreciar un cargo público? Cómo resistir la tentación de dejar de ser un cualquiera?”

“Señora: voy a ser Concejal. Voy a entrar en una nueva vida. Voy a tener amigos, voy a gozar de consideraciones y a ser tomado en cuenta. Un Concejal es un hombre importante, un hombre conocido y respetado; puede dar y quitar bienestar a su antojo, llevar la felicidad o la desgracia a muchos hogares. Un Concejal nunca está solo. Es algo. Un Concejal es algo más que una palabra. Todo el mundo se preocupa por saber lo que piensa el Concejal, a donde va y donde vive el Concejal”.

“Estas son, señora, las prerrogativas de un cargo público por insignificante que sea. No se puede resistir a tanta honra y, cansado de ser nadie, a pesar de tanto esfuerzo, casi estoy resuelto a que me expidan el nombramiento. Seré Concejal de todos modos. Estoy hastiado de anonimismo (sic), de que no se me tema, de que no se me suplique, de que no se me adule, de que lo que piense no interese a nadie, de ser, en una palabra, uno de tantos”.

“Todas estas razones me han inducido a aceptar el cargo. No le parecen a usted de mucho peso? Todavía no he sido nombrado y ya los periódicos me han desenterrado. Se ha hecho pública estimación de mis virtudes y de mi capacidad. Ya soy yo una fuerza. O un punto de apoyo. Antes era nadie. Ahora sí que represento algo. Y ya ve usted como vamos entrando en la política sin quererlo. Porque todo eso, aunque usted no lo crea, es política. La política es eso y algo más. Entro, pues, en la lejión (sic) de los hombres que no se ruborizan, con paso firme y resuelto, con la mirada hacia el provenir, decidido hacer la felicidad de mis compueblanos. He dicho que no se ruborizan, señora, y no puedo rectificar, desgraciadamente. Para una gran mayoría, la política no es lo que he definido más arriba: es la ciencia de los audaces, la ciencia de los cínicos, lo cual he estado a punto de creer muchas veces, debido a la rareza con que los hombres dignos son escojidos (sic) para conducir los pueblos. Pero otros afirman que, después de la Filosofía, es la ciencia más importante de que pueda ocuparse el hombre, afirmación que es atribuída (sic) nada menos que al Padre de la Patria, quien habló y escribió muy poco y aún se duda que lo hiciera nunca. Pero es el caso, señora, que los hombres no se han puesto de acuerdo sobre estos puntos y dudo que se pongan algún día. Por lo menos en el país, donde yo voy a se Concejal, es muy difícil distinguir la ciencia política de todas esas otras actividades y esos vicios tremendos de la triste personalidad humana. Los políticos constituyen una casta especial de hombres, inficionados de un egoísmo morboso, devorados por las más bajas pasiones que usted pueda imaginarse y que aman apasionadamente la Hacienda Pública. La verdadera calamidad del trópico son estos señores políticos, los mosquitos, los huracanes, el mal Bright, y el paludismo. No podría establecer diferencias importantes entre esas calamidades”.

“Pero con eso y todo, señora, yo seré Concejal, porque la mejor manera de defenderse de estas calamidades es inmunizarse con ellas mismas. Después de maduras reflexiones he resuelto eso definitivamente. Hay que defenderse con las mismas armas. Los mosquitos no le pican a los otros mosquitos”.

“Así es, señora, que he entrado desde ahora de lleno en la política. No le asombre esa determinación. Hay que ser algo. Cualquier cosa, menos un ciudadano pacífico y respetuoso; eso sí que es grave en el trópico y hasta no deja de tener sus peligros. Los cargos públicos constituyen un medio de vida, el único medio de vida, cuando se aspira a una vida cómoda y desahogada. Es además una posición de defensa. Si no se tiene un cargo se está expuesto a muchas continjencias (sic). Por el contrario, cuando se tiene alguno, se goza de consideraciones. Qué es él? Es una pregunta que nos hacemos los dominicanos a menudo, para saber a que atenernos. Y cuando “El” es algo, cualquier cosa, procedemos con más cautela. Porque lo que inspira respeto es el cargo, no es el individuo. Puede éste ser un sinvergüenza, pero si tiene un cargo, ya está limpio de todo y se le considera y se le estima. Así son las cosas en este país, señora”.

(Tomado del libros Cartas a Evelina. Editora Cosmos, Santo Domingo, 1974)

Comentarios
Nuestros Lectores Opinan

De: CLODOMIRO GOTREAUX, IMBERT, PTO. PTA. R.D.
Mucho animo me brota del corazón al verte de nuevo en tu columna, Ra , y lo hace con la gracia que te caracteriza. Ahora te dispara que 'para ser alguien en esta sociedad(suciedad??) hay que tener un cargo publico' (sic) Tremenda moraleja.!!!!!

De: MANUEL SENCION BONILLA, BAJABONICO ARRIBA, ALTAMIRA, PTO. PTA.
Ismael, es que el cargo publico lo primero es no trabajar, da impunidad, permite ser uno mas de lo que ordeñan la vaca flaca (EL PAIS) y te permite pensar y repetir la frase "YO NO SOY BOBO NI PE.........."

De: María Salome Peña, Higuey, La Altagracia, Rep. Dom.
Muchas Felicidades, escribe las realidades que se suceden en el País que amamos y al quisiéramos fuera de otra manera. Lastima que para darte importancia tenga que formar parte de un partido X. Además cualquier persona puede dirigirte por el hecho de estar pegado políticamente aunque no cuente con la preparación requerida. Mucha Suerte!!!

De: Roberto, Santo Domingo
Que interesante Ismael: La política "es la ciencia de los audaces, la ciencia de los cínicos". "Los políticos constituyen una casta especial de hombres, inficionados de un egoísmo morboso, devorados por las más bajas pasiones que usted pueda imaginarse y que aman apasionadamente la Hacienda Pública." Cuantas verdades. Como muestra los salarios millonarios y la gran cantidad de botella que cobran sin trabajar.

De: ARZENO CRUZ, SANTO DOMININGO, D.N.
Este escrito, producido hace tantos años y, retomado por usted, nos señalan que, la mala aplicación de la ciencia políticas, la mala valoración del valor del ser humano, comenzó hace muchos años antes de que se exhibieran Las Cartas a Evelina, nada ha cambiado, todo , no solamente, sigue igual, sino, que está peor. Gracias por enviarme esta nota, merece una buena reflexión. Saludo.

De: Samuelito Cruz , NYC
Algunas veces las historias no tienen, o yo, no siempre les veo las moralejas.. En este caso yo le noto al concejal un tono de culpabilidad, es casi como si se estuviera persignando y casi imponiendo su historia a la señora, bueno, no conozco el autor, y no e leído toda la historia, pero hay es donde me llega........ Muy buena lectura Ismael

Nota: Este artículo fue publicado en mi columna Observatorio, en el periódico El Nuevo Diario Digital.Aqui lo reproducimos con los comentarios que hicieron los lectores (Ismael Cruz Medina).

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