viernes, 14 de febrero de 2014

Al celebrarse el dia del Amor y la Amistad, les regalo este fragmento de mi libro "Entre Cardos y Sombras". Disfrutenlo.

Encuentro del amor y la amistad
El 14 de febrero, fecha en que se celebra el día de San Valentín o  de los enamorados, los jóvenes del pueblo organizaron   un “pasadía” en el río  Santa Elena, situado aproximadamente a unos 500 metros del poblado. Allí se congregaría una gran cantidad de muchachos y muchachas para celebrar juntos lo que denominaron  “El Encuentro del Amor y la Amistad”.


Los organizadores establecieron una cuota de colaboración para cubrir los gastos del evento, entre ellos el de un almuerzo que se proponían preparar en el mismo río. Eduard, por sugerencia de Alicia, se inscribió junto  a su amigo Joselito para asistir a la actividad.

Alrededor de la nueve de la mañana, Eduard y Joselito se preparaban para partir al encuentro. Irían primero donde Alicia, con quien se dirigirían al río donde tendría lugar la celebración. Antes de partir, Eduard se puso de acuerdo con su madre para que se encargara de buscarle un presente para agradar a su querida Alicia en el día de los enamorados.

Eduard llevaba consigo una vieja mochila que contenía algunos de los materiales y prendas que utilizaba cuando formaba parte del grupo de Boys Scouts, durante sus años de adolescencia. Entre las pertenencias había una frazada color verde olivo, un cuchillo deportivo y una cantimplora llena de agua fría, a los que agregó una toalla y un traje de baño, así como un juego de ajedrez. Joselito introdujo en el bulto una toalla y un pantaloncito corto que utilizaría para bañarse.

Al llegar a la casa,  Alicia los esperaba ansiosa, debido a que los demás compañeros  y compañeras se habían marchado, incluyendo  su hermanita Lucy. Ella llevaba puesto un pantalón Maoma casi rosado, una blusa color rojo y una gorra tipo visera con el pico rojo y transparente.

A su entrada Alicia jubilosa lo recibió con besos y abrazos y expresó:
−Muchas felicidades cariño.

También se acercó a Joselito y le dio un fuerte abrazo y un beso. Eduard estaba  un poco confundido con toda la amabilidad  y alegría que irradiada la muchacha, por lo que se animó a preguntarle:
− ¿Ya estás lista, podemos partir?
−Claro que sí, ya los demás hace rato que se fueron −le respondió la muchacha.
−Pues vamos −agrego  Eduard.
− ¿Y no vas a felicitar a mami y abuelita?
−Claro que sí, ¿dónde están ellas? − reaccionó Eduard.

Fue entonces cuando el joven universitario comprendió que toda la ceremonia del recibimiento de que había sido objeto por parte de su novia se debía a la ocasión de celebrarse el día de San Valentín o de la amistad. Y así siguiendo a Alicia se acercó a las dos damas y las felicitó con besos y abrazos.

Concluidas las felicitaciones, los tres jóvenes salieron rumbo al río donde esperaban juntarse con los demás integrantes del grupo. Alicia llevaba un pequeño bulto con sus prendas, el cual fue cargado por Eduard, tomando en cuenta que Joselito se había hecho cargo de la vieja y anticuada mochila de Eduard que contenía las pertenencias de ambos. El camino era irradiado por los rayos ascendentes de un sol resplandeciente. Algunos conductores se detenían para encaminarlos, pero Eduard le respondía: “gracias, queremos caminar para hacer ejercicios”.

Cuando se aproximaban al punto seleccionado para el encuentro divisaron una gran cantidad de personas  con prendas de vestir color  rojo, que daban un impresionante colorido al  lugar donde se encontraban. Eduard fascinado por la impresión que les provocaron las tonalidades, disimuladamente tiró  una ojeada a la blusa que llevaba Alicia y comprendió el motivo  que tenía para llevar esa vestimenta.

El lugar seleccionado para aparcar no podía ser más atractivo. Estaba situado a la orilla del río, cuyas aguas cristalinas se  deslizaban entre piedras y rocas, creando burbujas y emitiendo un sonido relajante dentro de un  ambiente placentero.

Los jóvenes se encontraban reunidos debajo de las sombras de varios anones y javillas, que además de proporcionarles su abrigo, les ofrecían a los  convidados algunas de sus descubiertas raíces para sentarse. En tanto que otros se colocaban sobre las piedras blancas o la arena pedregosa que engalanaban el entorno, el cual  se complementaba con un pozo rectangular y cristalino que reposaba sereno  al final de la pendiente que formaba la encantadora chorrera. A las orillas del río se extendían largos matorrales de eneas  verdes y matas de pomo,  de las cuales los jóvenes maroteaban  sus exóticas  y dulces frutas.

A la llegada, un comité de recepción integrado por varias jovencitas les dio la bienvenida. A Eduard y a Joselito le fue colocado en el lado izquierdo del pecho, sujeto con un alfiler, un  distintivo    elaborado con una cinta roja en forma de una letra E manuscrita. En tanto que  a Alicia le prendieron, en el mismo sitio, un corazón del mismo color, confeccionado en una gruesa cartulina. Colocados los souvenir, se confundieron en abrazos  y congratulaciones con los muchachos y muchachas que resplandecían  como muestra del  gran amor y la amistad que los unía.

Un grupo de jóvenes trabajaba en la habilitación del área donde se prepararía el almuerzo, en tanto que otros recorrían la playa y trepaban árboles tratando de  acopiar una buena cantidad de  leña para encender los fogones que serían dispuestos para cocinar los alimentos. Eduard estaba hipnotizado con la belleza del lugar. Miraba a todos lados tratando de ubicar un sitio adecuado para establecer su posada.

***

Estando reunidos a la sombra de los frondosos árboles se escuchó el sonido de un pito. Todos los presentes guardaron silencio y de inmediato una joven, que estaba acompañada de unos cuantos más, expresó:
−Bienvenidos a este encuentro del amor y la amistad−. Y prosiguió diciendo: −Esta actividad tiene como objetivo estrechar los lazos de afecto entre los jóvenes de Santa Elena. Diferente al año pasado, que hicimos un intercambio de regalos. Esta vez hemos escogido este hermoso lugar para manifestarnos el cariño y la amistad que nos une, en contacto con la belleza de la naturaleza. Pónganse cómodos y disfruten de los encantos de este bello paisaje. −Concluyó la muchacha.

Luego intervino otro joven para explicar el programa que se iba a desarrollar durante todo el día.  Recordó las responsabilidades que cada quien tenía para el desarrollo de la actividad, exhortando a cada uno a cumplir con el papel que se le había asignado. Concluyó diciendo:
−La parte estelar del encuentro se iniciará a partir de las dos, hora en que nos reuniremos para llevar a cabo un pequeño acto, donde cada uno tendrá la oportunidad de expresar lo que siente y lo que cree con relación al día que festejamos.

Los jóvenes se fueron ubicando en diferentes espacios alrededor del lugar,  unos se lanzaron al río a tomar un baño, otros se congregaron para jugar algunas partidas de cartas, dominó, monopolio, parché y otros juegos que habían llevado consigo. En tanto que unos cuantos, más aventureros, se decidieron por lanzarse río abajo en busca de pescar algunas presas metiendo las manos debajo de las piedras y penetrando en los escondrijos de los peces.

Eduard, Alicia y Joselito convinieron en instalarse alrededor de unos  pequeños arbustos que estaban situados en el tronco de uno de los anones. Allí tendieron la frazada y colocaron sus pertenencias sobre la misma.  Ya instalados, Alicia fue notificada que debía incorporarse a los trabajos de la cocina, integrándose de inmediato a la tarea que le asignaron.

Ante la partida de Alicia, Eduard y Joselito abrieron el tablero de ajedrez y comenzaron a jugar una partida. Joselito había recibido algunas lecciones de parte de su amigo y ya estaba en condiciones de mover las piezas, aunque en ocasiones era corregido por su maestro cuando cometía un error infantil. Un grupo de muchachos y muchachas, sobre todo amigos de Joselito, se fue colocando en torno a los jóvenes para observar el desarrollo de la partida.

Concluido el juego, Eduard preguntó a los chicos que los rodeaban si deseaban jugar. Ante la respuesta de que no sabían, les señaló que el juego era bastante fácil y les invitó a que se integraran a una práctica para enseñarles las reglas generales del juego. Todos aceptaron la propuesta y a seguidas Eduard, comenzó a explicarles desde la composición del tablero, hasta el nombre  y los movimientos de las diferentes piezas.

Eduard permaneció por más de una hora acompañando a los jovencitos y viéndolos jugar entre sí, hasta que finalmente se levantó dejando a Joselito continuar jugando con los chicos. Se dirigió al lugar donde se encontraba Alicia acompañada de otras muchachas preparando el almuerzo.

Al acercarse al grupo encontró a Alicia sentada a la orilla del río sobre una piedra gigante de color gris, y con los pies sumergidos en el agua.  Tenía  los pantalones remangados hasta la altura de las rodillas. El sol se reflejaba sobre el pico transparente de la visera  irradiando un color rojo sobre  su rostro. Parecía estar sofocada y sus ojos estaban humedecidos como consecuencia de la humareda que se desprendía de los fogones y que de vez en cuando era empujada por el viento hacia la  delicada cara de la joven.

Alicia, junto a otras jóvenes, picaba un repollo para preparar una ensalada. Rebanaba la legumbre con un  pequeño cuchillo e iba depositando las picaduras en una cacerola de aluminio.
− ¿Puedo ayudar? −Preguntó Eduard a las muchachas.
−Si deseas te lo agradeceremos −respondió una de ellas.
−Claro que quiero −reaccionó éste sin titubeos.

Eduard se arrimó a la piedra en que se encontraba Alicia y observó que  estaba haciendo el corte del repollo con un cuchillo inadecuado, lo que hacía la tarea pesada y difícil.
−Permíteme −le dijo Eduard, señalando el cuchillo.

Al tomarlo comprobó que el mismo prácticamente no cortaba. Tomó la mano derecha de Alicia y observó que la tenía roja a punto de causarle una magulladura o  ampolla.
−Esperen  que creo que tengo un “hierro” más adecuado para realizar este trabajo −. Les dijo, dirigiéndose hacia donde estaban sus pertenencias.

Extrajo  de la mochila su afilado cuchillo, el cual estaba  oxidado por el tiempo en desuso. Se acercó a la orilla del río y comenzó a brillarlo sobre una piedra utilizando, además,  arena y agua.  Cuando terminó de limpiarlo, se acercó a las muchachas y les expresó:
−Permítanme cortar el repollo que me temo que este cuchillo podría dejarlas sin dedos.

Alicia le pasó el repollo y se ubicó a su lado con la cacerola, y Eduard comenzó a picar la legumbre demostrando una agilidad que dejó boquiabierta a las muchachas que observaban la destreza con que el joven manejaba la herramienta.
− ¿Acaso eres chef? –le preguntó una de las chicas que observaba la rapidez y el estilo con que el joven picaba el repollo.
−Puedo cocinar, pero para mi es más fácil hacer estas picaduras −le respondió Eduard.

En unos cuantos minutos Eduard había triturado los repollos que las muchachas debían picar, por lo que optó por enjuagar otra vez su afilado cuchillo y  guardarlo nuevamente en su arcaica mochila.

***

Pasado el mediodía, los excursionistas comenzaban a concentrarse alrededor del lugar donde se había establecido el  campamento. Los valientes que se habían sumergido en las heladas aguas del río, salían “tiritando de frío”  buscando desesperados los tibios rayos de sol para calentar su cuerpo. Otros se fueron congregando alrededor de las mansas  aguas del río, y jugaban a cuál deslizara una piedra  “piqueteandola” más veces sobre la superficie de la charca.

Los aventureros, encabezados por Marcos, que se dirigieron a pescar, retornaron con un bidón casi lleno de camarones.  Entregaron la pesca  a las jóvenes que estaban encargadas de la cocina para que éstas las prepararan, lo que disgustó a las chicas que ya se disponían a organizar el servicio del almuerzo.

Ante la reacción de las muchachas, Eduard se acercó a Marcos y le sugirió    que se encargaran de preparar los camarones, porque “ya esas mujeres no quieren bregar más con cocina”. Marcos aceptó la propuesta y comenzaron a discutir la forma en que los iban a cocinar.
−Vamos a asarlos −señaló Marcos−, podemos utilizar los brasas del fogón que todavía están encendidas.
−De acuerdo, pero primero debemos  hervirlos con un poco de sal para que no queden  sosos −señaló Eduard.
−Excelente, pongámoslos en este caldero, −agregó Marcos, vaciando el contenido de la lata en el caldero que sostenía en sus manos.

Mientras los camarones hervían, los dos jóvenes cortaban y pelaban varias varitas de las ramas de los árboles, utilizando el afilado cuchillo de Eduard, y comenzaron a preparar una parrilla o asador, colocando los palitos entrelazados en un marco de aproximadamente 1.5 pies cuadrados. Para sostener las varitas las amarraban con  fibras que habían extraído de una rama de anón, así como con algunos pedazos de alambre que otros jóvenes les iban llevando, luego de descubrirlos explorando en el sitio.

Muchos de los compañeros y compañeras de excursión, así como algunos curiosos que se habían sumado a la convivencia, se mantenían atentos observando el invento que estaban desarrollando los dos  jóvenes. Éstos luego de confeccionar el asadero, lo colocaron en cuatro horquetas sobre las brasas del fogón  y depositaron  parte de los camarones semi cocidos  para asarlos a fuego lento.

Rápidamente  los camarones comenzaron a “sofreír”  y  a derramar parte de su grasa sobre el brasero, despidiendo un atrayente olor que invadía todo el ambiente. Los presentes se acercaban para presenciar de cerca el manjar que los dos jóvenes estaban asando y que los invitaba a saborear por lo menos uno de esos apetitosos  bocadillos. Eduard y Marcos los complacían en la medida en que  iban sacando de la parrilla los rojos y tostados crustáceos.

Terminado el ritual alrededor del  improvisado asadero, aproximadamente a la una de la tarde, se procedió a servir el rico almuerzo. El mismo consistía en un “locrio” de carne de cerdo, acompañado de una deliciosa ensalada de repollo, aguacate y lechuga.

Luego del almuerzo los jóvenes se fueron congregando en pequeños grupos para reposar un rato antes que se diera inicio al acto formal de celebración del día de los enamorados. Eduard y Alicia se ubicaron en el improvisado  campamento, establecido a la sombra de los arbustos que generosamente les cobijaban. Recostados  sobre la frazada, con las cabezas colocadas sobre la vieja mochila cubierta por una toalla, los dos jóvenes dialogaban en forma animada y placentera.

Mirando hacia las ramas de los árboles, Eduard descubrió y compartió con Alicia, el jugueteo que escenificaban arriba de ellos una gran cantidad de pequeñas aves: ciguas palmeras, chinchulines, cotorras y carpinteros, entre otras que pudo identificar. Estas  se habían reunido en el lugar y por la alegría que transmitían, desplazándose de rama en rama entre los árboles, y los agradables sonidos que dejaban oír,  emitiendo sus cantos, hicieron pensar a Eduard que los pájaros al igual que ellos, estaban festejando el día de los enamorados.  Aunque por momento la tranquilidad de los pajarillos era interrumpida por una bandada de cuervos  que revoloteaba sobre las alturas. Algunos de los cuervos descendían  y se posaban a la orilla del río a beber agua, poniendo nerviosos a los dóciles y juguetones pajaritos que retozaban entre las ramas de los arbustos.

Otras aves palmípedas,  como  garzas blancas y gallaretas volaban sobre las aguas del río y se colocaban encima de las blancas piedras de la playa,  desde donde observaban sigilosas  los movimientos que efectuaban los jóvenes excursionistas. De vez en cuando las gallaretas dejaban oír sus estridentes cacareos como en señal de protesta contra quienes  habían irrumpido en su hábitat.

Las frescas brisas de primavera acariciaban el pelo de los jóvenes. Y los gemidos  del viento se escuchaban al chocar con las ramas de los anones que les daban albergue. El paso de la brisa, al mismo tiempo, iba formando una especie de lámina  sobre las mansas aguas del riachuelo, que Alicia y Eduard compartían admirados.

***

La sombra del árbol que los cobijaba comenzó achicarse, provocando que sus rayos los obligaran a moverse del lugar en que se encontraban. No obstante, Eduard y Alicia  continuaban disfrutando el  fascinante  ambiente que se respiraba en el lugar, hasta que se produjo la esperada llamada de una joven, para que todos se congregaran en el sitio seleccionado, y dar inicio al acto formal de celebración. En pocos minutos todos se encontraban formando un gran círculo alrededor de unos cuantos jóvenes que hacían el papel de animadores y moderadores.

Luego de que una joven hiciera una breve introducción sobre la fecha que se estaba celebrando, destacando algunos rasgos históricos, se procedió a dar la palabra a los convidados para que éstos expresaran a su manera el significado que tenía la festividad. Unos lo hacían a través de canciones, otros declamaban versos, y otros por medio de emotivas palabras.

Cuando le tocó el turno a Alicia, ésta no pudo articular palabras y sencillamente dejó caer  la cabeza sobre el hombro de Eduard que se encontraba a su lado y le dio un beso y un abrazo. Todos rieron y aplaudieron, como señal de comprensión del comportamiento asumido por la joven.

A  continuación le tocó el turno a Eduard, el cual se había quedado estupefacto con la actuación de Alicia. Se sintió turbado, algo extraño en un joven que se había presentado en grandes escenarios. Esta vez lo habían sorprendido y no sabía qué decir. Tratando de sacar de abajo se levantó y casi titubeando expresó:
−Lo que he visto y escuchado hoy me resulta tan  hermoso que no tengo palabras para describirlo –y agregó:
−El amor y la amistad son sentimientos que forman parte de la esencia misma de la juventud –y terminó diciendo:
−Les agradezco que me hayan dado la oportunidad de contarme entre sus amigos. Felicidades a todos.

Los presentes aplaudieron las palabras pronunciadas por el joven, quien no acababa de salir del atoramiento en que se encontraba.

La actividad continuó desarrollándose con espontáneas y sinceras manifestaciones de los muchachos y muchachas presentes. Unos hacían alusión al amor como concepto, otros a la amistad y otros se referían a su enamorado o enamorada en particular.

Ya cayendo la tarde se dio por terminado el encuentro y los jóvenes  iniciaron el retorno a Santa Elena. Eduard ya recuperado del sobresalto que enfrentó cuando le llegó su turno de hablar, regresaba junto a Alicia, Joselito y Lucy fascinado por la naturalidad, la sencillez y fraternidad con que había discurrido el evento.

Cuando llegaron a la casa de Alicia, Eduard y Joselito se despidieron, prometiendo Eduard  regresar en la noche.
−Nos veremos más tarde −se despidió Eduard, luego de besar  a Alicia.
−Te esperaremos, ven temprano que te voy a guardar una sorpresa −replicó ella. 

Al llegar a la casa, doña Julia salió a su encuentro. Y Eduard contagiado por el ambiente que había vivido en el encuentro se le acercó a su madre y dio un fuerte abrazo y un beso. La madre sorprendida y no menos alagada con la zalamería de su hijo, se separó de él por un instante, para regresar de inmediato con dos paquetes en sus manos.
−Estos son los regalos que me encomendaste comprar −le dijo poniendo ambos en manos de Eduard.

Le había comprado a su hijo un regalo para Alicia, consistente en un brazalete de plata, el cual mantenía en una cajita para que Eduard lo observara antes de llevarlo a su destinataria, y otro regalo en un paquete más grande para su amigo Joselito.
−Gracias mamá −expresó  el joven luego de revisar el regalo de Alicia y de pasarle el suyo a su amigo Joselito.
−Está precioso, le hará combinación con una cadena plateada que siempre lleva puesta −le dijo Eduard a su madre.

Joselito se mantenía con el regalo en las manos, indeciso de si lo abría o se marchaba a su casa para compartir la sorpresa con su madre.
−Llévatelo a casa y mañana nos cuentas si te gustó −le recomendó doña Julia al jovencito.

Al escuchar la sugerencia, Joselito recogió sus cosas para retirarse, después de agradecer el obsequio a su amigo. Eduard lo siguió y lo despidió diciéndole:
−Nos vemos mañana amigo.

Los perfumes buenos vienen en envases pequeños
Alrededor de una hora después de llegar a la casa, Eduard tomó el regalo y partió para donde su novia. Al llegar, ella lo esperaba ansiosa. Salió a su encuentro, y ambos se confundieron en un expresivo abrazo.

El joven sacó del bolsillo de una chaqueta que llevaba puesta, el regalo que había adquirido para Alicia, y se lo entregó dándole un abrazo.
−Gracias mi amor −reaccionó ella entusiasmada.

La muchacha tomó el regalo y se dispuso a abrirlo, soltando cuidadosamente una tira roja con la que doña Julia había amarrado la pequeña cajita que contenía el obsequio envuelto en un delicado papel regalo.
−Los perfumes buenos vienen en envases pequeños, dice mi abuela −señaló Alicia, mientras descubría el obsequio.

Eduard seguía todos los gestos que hacía la muchacha, ansioso de presenciar su reacción cuando descubriera el contenido. Finalmente la muchacha sacó la prenda y exclamó:
−Gracias, muchísimas gracias, está precioso −reaccionoo Alicia, reflejando una desbordante alegría.
−Ayúdame a ponérmelo −le requirió a Eduard.

El joven tomó la mano derecha de la muchacha y le colocó el brazalete. Luego se llevó la mano a la boca y le dio un beso.
−Te queda con la cadena −agregó Eduard con orgullo y satisfacción.

Alicia se detuvo por unos segundos a mirar la prenda que engalanaba su muñeca. Parecía haber quedado fascinada al descubrir el regalo,  y se arrojó sobre Eduard, cubriéndolo de besos.
−Gracias de nuevo, está precioso −repitió una vez más.
−Espera un momento, que también te tengo un regalito −le dijo la joven a Eduard, retirándose hacia el interior de la casa.

En seguida regresó con  un paquete envuelto en papel de regalo, y  sin preámbulos se lo entregó a su novio dándole un abrazo y expresando:
−Felicidades mi amor.

 Eduard lo tomó en sus manos y antes de proceder abrirlo  le dijo:
−Gracias −y mientras lo abría comentó.
− ¿Y qué dice tu abuela que contienen los paquetes grandes?

Alicia guardó silencio, o porque  no tenía respuesta, o sencillamente no le hizo gracia el  inoportuno comentario de Eduard.

Finalmente Eduard desenvolvió el paquete, descubriendo que contenía un precioso polo-shirt color rojo
−Es precioso, y es mi talla. Me encanta −dijo Eduard, colocando la prenda frente a su anatomía para demostrar que le quedaba bien.
−Póntelo para ver como te queda–. Le dijo Alicia, muy complacida al observar que su obsequio había agradado a Eduard.

Eduard acogió la propuesta, y se enfundó el polo-shirt encima de la camisa que llevaba puesta.
−Me queda perfecto. Mañana lo llevaré puesto todo el día −le dijo Eduard abrazándola y besándola  de nuevo.
Permaneció por algunos minutos con la prenda puesta, hasta que finalmente, por sugerencia de Alicia, se la quitó y la  colocó de nuevo en la caja de donde la había extraído.

Por varias horas los dos jóvenes se mantuvieron en la galería de la casa, tomados de las manos en dos butacas apareadas, y conversando sobre diversos tópicos, hasta que finalmente cuando el reloj marcaba la medianoche,  Eduard decidió retirarse, siendo despedido por Alicia.
−Nos vemos mañana, ha sido un largo y bonito día −le dijo el joven, antes de despedir con un beso a su enamorada.
−Gracias por todo y cuídate mucho −terminó diciéndole Alicia, mientras veía a su adorado alejarse por la solitaria y silenciosa calle de Santa Elena.


Al llegar a casa, Eduard permaneció por algunos minutos frente a la vivienda, desde  donde echó  una ojeada al entorno. El cielo estaba despejado, dejando ver claramente las estrellas. Algunas nubes blancas se desplazaban apresuradas como si tuvieran prisa en llegar a su destino. Y por último, se  detuvo por un instante a contemplar la luna que le había iluminado la senda que lo trajo de regreso. Ésta daba la impresión de que lo miraba, asentada justo  en el cogollo de una palmera que se divisaba a distancia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario