sábado, 14 de septiembre de 2013

Regalo de fin de semana. Un cuento de mi libro "Relatos de mi Bohio"


Del libro Relatos de mi Bohio
De Ismael Cruz M.


María la O….
Durante mi niñez fui afectado por una grave enfermedad, y mi madre me llevaba cada cierto tiempo al hospital de Puerto Plata para ser chequeado por un médico. Durante las primeras visitas, dado el delicado estado, prácticamente recuerdo poco de cómo eran los viajes, pero en las medidas  que fui recuperando la salud, ya podía observar los movimientos que se daban en la ciudad, y mi madre, cuando salíamos del centro médico, se ocupaba de pasearme por algunos lugares importantes para que conociera algunas las cosas que había en el pueblo.

Una mañana, abandonamos el hospital y  tomamos la ruta del muelle, pienso que mi madre quería que conociera el mar y los barcos, pues nunca había visto de cerca ninguno de los dos, pues a pesar de que vivíamos en un campo de Altamira, un municipio de la provincia de Puerto Plata, nunca antes había tenido contacto con el mar.

Al llegar al muelle divisé unos barcos anclados, y también recuerdo una gran cantidad de golondrinas que  volaban zigzagueantes sobre nuestras cabezas, saliendo y entrando a un viejo edificio ubicado en el muelle. También tuve la oportunidad de ver de cerca las aguas del océano Atlántico y sentir el olor del salitre que éste desprendía.

Desde muy pequeños conocía la leyenda de que el mar reaccionaba furioso si alguien osaba decirle: “María la O, tu Mamá es puta y la mía no”. En la medida que íbamos acercándonos al muelle, caminando sobre un piso de concreto un poco deteriorado, se fue apoderando de mí la curiosidad de  decirle el “dicho” al mar para ver si era cierto que se ponía furioso.

Se observaba una gran actividad, había mucha gente alredor del muelle. Nos detuvimos a observar los barcos, que pienso que constituía el principal motivo de mi madre para llevarme al lugar. No obstante, yo sentía el deseo de  pronunciar en voz baja la insultante expresión.

Y así comencé la pronunciación: María la O…., pero cuando iniciaba la injuriosa frase, brotó un chorro de agua a través de un orificio que se encontraba  en el espacio que había entre mi madre y yo. La presión fue tan fuerte que el chorro de agua se elevó varios metros y arrojó sobre mí una cantidad de agua que me empapó la ropa que llevaba puesta.

Aterrorizado por el hecho, Salí corriendo despavorido, convencido de que el agua que el mar me había arrojado, había sido una venganza por el atrevimiento de desafiarlo. La expresión se quedó por ahí, no me aventuré  a terminarla; persuadido de que si la concluía la represalia podría ser mayor.


De regreso a casa, solo pensaba en el susto que me había dado el mar, pero no comenté con mi madre lo ocurrido y al llegar, tampoco me animé a compartirlo el suceso con mis hermanos y amiguitos del vecindario. El tiempo ha pasado, y desde entonces he tenido muchos contactos con el mar, pero nunca más he osado volver a decirle el dicho, por si acaso. 

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