sábado, 30 de julio de 2011

Espinazo de Mulo

Prólogo del libro "La Fuerza de los Débiles"http://www.blogger.com/img/blank.gif

Espinazo de Mulo

Un hombre de nuestro tiempo
El hombre es un agente de las circunstancias.
Son las coyunturas sociales, las piezas que se van
armando sobre la marcha, las que determinan su camino a
seguir en la vida.

Nadie puede considerarse un ente independiente del
área social y comunitaria donde le tocó vivir.
La vida dominicana, sin ninguna duda, ha estado
maniatada al caudillismo, a la dictadura, a la opresión, y al
desconocimiento de los derechos básicos de los ciudadanos.
Ismael Cruz es parte de la historia dominicana.

Sin posiciones de liderazgo que lo coloquen a diario
en la primera página de los periódicos, sin acción política
mesiánica, que haga que cientos de personas estén en torno
a él, es parte de la historia dominicana.

Tiene la visión del mundo.
Los ojos en torno a s u mundo.
Y es que el hombre, por caminar, por sentarse o por
retroceder, es un testigo de la época que le toca vivir.
Muchos son convidados de piedra, a los cuales el tiempo les
pasa por la costilla, sin inmutarse.

Otros son agentes creadores de su época, y bailen al ritmo de
los tiempos, y en ocasiones han querido ser editores de la historia.

Ismael, con la entrega de este volumen, presenta una
parte de la historia dominicana, vista por un ciudadano, que
no es simple, que no es aislado, y sobre todo, que no es un
convidado de piedra.

Ismael poniendo en letra y entregando este volumen,
se convierte es testigo, agente, actuando y acusando de una
época que inició, y que todavía desde el rol profesional y
personal, le toca vivir.

En sus páginas, sin proponérselo, es juez y parte.
Vive, y levanta el dedo.

Su odisea, de Ismael, comienza en la dictadura de
Trujillo, entre cardos y sombras de esas agrestes regiones
rurales dominicanas.

Allí en medio de la espesura de los bosques, un niño
atrapado en el devenir de los tiempos ingentes de la
dictadura.

Con mano que de seguir en la literatura podría llegar
a maestra, Ismael nos va presentado el entorno de su campo,
que de hecho se convierte en lo que era la zona rural
dominicana en tiempos del jefe.

Pero desde ahí, desde ese mozuelo que viaja a lomo
de mulo, va surgiendo la conciencia de lucha, para tratar de
cambiar las causas atormentadoras de su medio ambiente.

Caminando diez kilómetros diarios para ir a la escuela,
o pescando con instrumentos artesanales, se va levantando la
idea de que en algún sitio debe haber un mundo mejor.

Lucha que se inicia en medio de los tambores de la
existencia, y que conoce en carne viva la represión de los
llamados Doce Años.

Pero antes, entra en el significado de uno de los
momentos cumbres de la historia dominicana. Es cuando
llegan los barbudos. Así de sencillo.

Viendo los guerrilleros del 14 de julio con ojos de
niño campesino.

De barbudos que la guardia va buscando para ir
diezmando.

De amas de casa que sin proponérselo, dejan de ver su
sensibilidad, dejando comida en las enramadas, para los ´
desamparados.

Ahí comienza la jornada de vida entre Ismael y su
medio ambiente.

El Alfa y Omega de la dictadura de Trujillo, fue ese
hecho que llegó en medio de los aviones, y de la desesperación
y el miedo de los campesinos.

Llegó la guardia.
Para Ismael, visto en sus perspectivas de reconocimiento
histórico, ese fue un hecho que le impactó sobremanera.
Pero de ahí, en forma milagrosa, no se tornó en
revolucionario, ni en socialista, ni en prohombre.

Como la mayor parte de los dominicanos, únicamente
tuvo en su mano conocer ese momento histórico en carne viva.
El principio y el fin de la dictadura.

Ahí comienza la odisea, del pueblo, el calor de los
Dominicanos que desean vivir en paz y en libertad.

Ismael, hombre de su tiempo, nos da la pincelada de
uno de los momentos histórico más importantes del país.
De ahí en adelante, se abre trochas en el camino de las
reivindicaciones sociales.

Pasarán muchos años hasta llegar a la revolución de
abril.
Primero llega el golpe de Estado.

Pero para un niño campesino, eso tiene que ser
diluido en torno a su ambiente familiar.

Ismael ve el renacer de la vida dominicana después
que pasa la revolución.

Fue la época de guarda de los comandos, y de
movimientos renovadores.

No espere que un ideólogo de nuevo cuño esté de
por medio explicándole los detalles.

Sencillamente son los ojos de un niño, de un
jovenzuelo, de un campesino, que le va explicando el devenir
de la vida.
Pero ahí está el calor de los doce años.

Época de vida y muerte, de generales, de sargentos,
que eran vida y muerte en las áreas de cambrones.

La lectura de este libro es fácil, por lo sencillo, por lo
dramático, por lo valeroso.

Es un testimonio vivo de nuestra historia de los últimos
cuarenta años.

No es el creador de fantasías el que está escribiendo.
Es el hombre que se levanta día a día, en medio de los mayores
Estertores de la existencia diaria, y siente el dolor de una vida
que comienza.

El mundo no se ha detenido, ni se detiene.

Ismael es un relator de su tiempo.
Poco importa que sea su primer libro, o que no tenga
la posecita de intelectual de sobaco.

Más que un figurón de bibliotecas, es un acusador de
su tiempo. Es un hombre de hoy.

Y nos dicta verdades, como es juez que hable por
sentencias.

Este libro se convierte en obligatorio para cualquier
estudios, que desee conocer paisajes de la vida dominicana
de los últimos 40 años.

Ismael se ganó el derecho a ser un relator. Porque él lo
vivió y estuvo ahí. Se levantó desde el espinazo de un mulo sin
aparejo, para ser el profesional que hoy le sirve a la patria.

Por consiguiente, Ismael merece que se le considere un
relator de su tiempo. Un testigo de primera mano de su época.

Saludamos este volumen, porque es parte de nuestra
historia, escrita en torno al sacrificio del pueblo, y a la sangre de
sus mejores hijos. Alfa y Omega, principio y fin de nuestra
desgracias y amarguras.


Manuel Hernández Villeta
Febrero 2006

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