En los últimos días ha vuelto al debate
publico el tema de Concordato, el desvergonzado acuerdo firmado por Iglesia
Católica y el gobierno del dictador Rafael Leonida Trujillo Molina, en La
Santa Sede el 16 de junio de 1954, mediante el que las partes manifiestan el
"deseo de asegurar una fecunda colaboración para el mayor bien de la vida
religiosa y civil de la Nación Dominicana.... constituya la norma que ha de
regular las recíprocas relaciones de las Altas Partes contratantes, en
conformidad con la Ley de Dios y la tradición católica de la República
Dominicana."
El debate ha resurgido luego que el movimiento Dominicanos
Laicos intentó entregar un documento a la Nunciatura Apostólica, pidiendo la renuncia del cardenal Nicolás de Jesús López
Rodríguez, y además, que se anule el Concordato entre la Santa Sede y
República Dominicana.
Soy de los que cree que
si la Iglesia Católica de la República Dominicana
tuviera sentido del memento, hubiese denunciado
ese contrato desde el momento mismo en que cayó la dictadura, ya que el mismo representa
una vergüenza para esa entidad, e insistir en su permanencia solo por
mantener los privilegios que a cambio de su colaboración,
le otorgó la dictadura, es revivir en la población las
laceraciones de ese pasado ominoso.
El concordato fue parte de la manipulación y alienación de la dictadura trujillista para ejercer su dominio y la Iglesia se presto a ese juego. Quienes se aferran a esa barbaridad, no pueden pretender que se le celebre su indolencia y bellaquería. Ojala el Nuevo Papa, haga conciencia de ese desatino y proceda a denunciar el mismo.
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